Por María Bengoa (EL CORREO DIGITAL, 27/10/07):
La misma semana de la concesión del premio Nobel a Doris Lessing se convoca en Vitoria una mesa redonda sobre las aportaciones específicas de la literatura femenina. ¿Literatura femenina, qué pereza! ¿Por qué no se hablará de literatura masculina, que es la que todos leemos, la que está en las librerías y en los suplementos literarios ? Me imagino el cabreo de Doris Lessing cuando a la alegría de recibir el Nobel, para el que lleva en las quinielas 30 años, se sumó la sombra del comunicado en el que la Academia Sueca se lo concedía por retratar la épica de la experiencia femenina.
Desde 1901 en que se fallan los Nobel la han precedido cien galardonados en Literatura -90 hombres y 10 mujeres-, ya que en siete años (1914, 1918,1935, 1940-1943) no se concedieron. Me pregunto cuántos de ellos habrán retratado la épica, la lírica, la música o al menos la química de la condición masculina, sin que la Academia se haya dignado reparar en ese detalle. Pero lo explicaba mucho mejor la recién galardonada hace ya 19 años, cuando, cumplidos los setenta, concedía una entrevista a la periodista cultural de ‘Abc’ María Luisa Blanco y declaraba que ella también aspiraba a escribir sobre la condición humana: «Si un hombre escribe un libro sobre hombres, nadie dice que esté escribiendo un libro sobre los problemas de los hombres. El que yo escriba sobre mujeres no significa que sólo escriba sobre mujeres. Tengo que escribir como una mujer, pero escribo sobre hombres y mujeres ¿Maldita sea!». Ahora, tal vez suavizadas sus manifestaciones por la edad, aunque con el mismo irreductible genio y figura, decía a los periodistas: «No sé a lo que se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes». De paso les reñía por no haberle traído champaña para brindar. Ella, casi nonagenaria, a quien una foto de agencia retrataba viniendo de hacer unas compras en día tan señalado, no lo había comprado porque ignoraba la noticia y, desde luego, ya no esperaba el premio.
Después de 50 años de trayectoria literaria en los que ha analizado todos los males de la sociedad occidental, esta exploradora de la existencia humana comprometida contra la injusticia ha hablado, cómo no, de los problemas de la mujer. Y hasta su novela ‘El cuaderno dorado’ se ha convertido en una biblia de feministas, a su pesar: «Ni se me pasó por la mente esa idea». Pero cualquiera que conozca una parte significativa de su obra -en torno a cincuenta títulos- sabe que le preocupa mucho más lo que los seres humanos tenemos en común que lo que diferencia a hombres y mujeres. Su obra refleja gran interés por los problemas interraciales (su primera y extraordinaria novela, ‘Canta la hierba’), la injusticia que provocan las diferencias económicas y sociales, la libertad, la ecología (’Cuentos africanos’, ‘Un hombre y dos mujeres’; ‘De nuevo, el amor’, ‘El quinto hijo’) y es una apasionada de la ciencia-ficción (publicó un ciclo de cinco novelas).
Lessing, que dejó la escuela a los 14 años, ha manifestado que se educó a sí misma a través de la literatura y, todavía, se confiesa lectora apasionada. ¿La de literatura masculina que habrá leído! Sin embargo, quizá considere menos irrelevante para escribir la experiencia de haber nacido en un país pobre o desarrollado que el sexo; aunque ha declarado que toda mujer, por el hecho de serlo, es feminista. La vida de Lessing está relatada en dos tomos autobiográficos y en una de sus mejores novelas, ‘El sueño más dulce’, así como en las novelas cortas protagonizadas por Martha Quest. El itinerario de esta indomable que nunca ha renunciado a su independencia está presente en toda su obra, aunque en un reciente reportaje sobre las tendencias de la novela actual y la autoficción, al que un suplemento literario dedicaba portada y dos páginas, no aparecía entre cerca de 40 nombres contemporáneos y de referencia. No aparecía ni siquiera una mujer de muestra. Todos hombres.
Como en tantas otras parcelas de la vida hay un abrumador dominio masculino en la literatura: muchos más criticos y jurados hombres que mujeres, muchos más escritores que publican que escritoras. Salvo en facetas de aprendizaje: alumnos de talleres, autores inéditos Ahí sí hay muchas mujeres. Y la simple observación de esa biblioteca móvil que es el transporte público nos dice que como lectoras las mujeres somos mayoría. Además, los hombres son reticentes a leer títulos firmados por mujeres: parecen asociar literatura femenina con puntillitas y sentimentalismos, como si no existieran George Eliot, Patricia Highsmith, Jane Austen, Ruth Rendell, Carson McCullers, Martín Gaite, Szymborska, Doris Lessing
Esta escritora preocupada en escribir la verdad de lo que ve está entre los más grandes autores del siglo XX con todo el derecho, como lo estuvieron tantas otras no reconocidas por la lista Nobel: Iris Murdoch o Marguerite Duras, por citar sólo dos; y otras con las que la Academia Sueca aún puede remediarlo, como Margaret Atwood o Ana María Matute. Quién sabe si los lectores del Siglo XXI no se nutrirán exclusivamente de literatura masculina.
La misma semana de la concesión del premio Nobel a Doris Lessing se convoca en Vitoria una mesa redonda sobre las aportaciones específicas de la literatura femenina. ¿Literatura femenina, qué pereza! ¿Por qué no se hablará de literatura masculina, que es la que todos leemos, la que está en las librerías y en los suplementos literarios ? Me imagino el cabreo de Doris Lessing cuando a la alegría de recibir el Nobel, para el que lleva en las quinielas 30 años, se sumó la sombra del comunicado en el que la Academia Sueca se lo concedía por retratar la épica de la experiencia femenina.
Desde 1901 en que se fallan los Nobel la han precedido cien galardonados en Literatura -90 hombres y 10 mujeres-, ya que en siete años (1914, 1918,1935, 1940-1943) no se concedieron. Me pregunto cuántos de ellos habrán retratado la épica, la lírica, la música o al menos la química de la condición masculina, sin que la Academia se haya dignado reparar en ese detalle. Pero lo explicaba mucho mejor la recién galardonada hace ya 19 años, cuando, cumplidos los setenta, concedía una entrevista a la periodista cultural de ‘Abc’ María Luisa Blanco y declaraba que ella también aspiraba a escribir sobre la condición humana: «Si un hombre escribe un libro sobre hombres, nadie dice que esté escribiendo un libro sobre los problemas de los hombres. El que yo escriba sobre mujeres no significa que sólo escriba sobre mujeres. Tengo que escribir como una mujer, pero escribo sobre hombres y mujeres ¿Maldita sea!». Ahora, tal vez suavizadas sus manifestaciones por la edad, aunque con el mismo irreductible genio y figura, decía a los periodistas: «No sé a lo que se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes». De paso les reñía por no haberle traído champaña para brindar. Ella, casi nonagenaria, a quien una foto de agencia retrataba viniendo de hacer unas compras en día tan señalado, no lo había comprado porque ignoraba la noticia y, desde luego, ya no esperaba el premio.
Después de 50 años de trayectoria literaria en los que ha analizado todos los males de la sociedad occidental, esta exploradora de la existencia humana comprometida contra la injusticia ha hablado, cómo no, de los problemas de la mujer. Y hasta su novela ‘El cuaderno dorado’ se ha convertido en una biblia de feministas, a su pesar: «Ni se me pasó por la mente esa idea». Pero cualquiera que conozca una parte significativa de su obra -en torno a cincuenta títulos- sabe que le preocupa mucho más lo que los seres humanos tenemos en común que lo que diferencia a hombres y mujeres. Su obra refleja gran interés por los problemas interraciales (su primera y extraordinaria novela, ‘Canta la hierba’), la injusticia que provocan las diferencias económicas y sociales, la libertad, la ecología (’Cuentos africanos’, ‘Un hombre y dos mujeres’; ‘De nuevo, el amor’, ‘El quinto hijo’) y es una apasionada de la ciencia-ficción (publicó un ciclo de cinco novelas).
Lessing, que dejó la escuela a los 14 años, ha manifestado que se educó a sí misma a través de la literatura y, todavía, se confiesa lectora apasionada. ¿La de literatura masculina que habrá leído! Sin embargo, quizá considere menos irrelevante para escribir la experiencia de haber nacido en un país pobre o desarrollado que el sexo; aunque ha declarado que toda mujer, por el hecho de serlo, es feminista. La vida de Lessing está relatada en dos tomos autobiográficos y en una de sus mejores novelas, ‘El sueño más dulce’, así como en las novelas cortas protagonizadas por Martha Quest. El itinerario de esta indomable que nunca ha renunciado a su independencia está presente en toda su obra, aunque en un reciente reportaje sobre las tendencias de la novela actual y la autoficción, al que un suplemento literario dedicaba portada y dos páginas, no aparecía entre cerca de 40 nombres contemporáneos y de referencia. No aparecía ni siquiera una mujer de muestra. Todos hombres.
Como en tantas otras parcelas de la vida hay un abrumador dominio masculino en la literatura: muchos más criticos y jurados hombres que mujeres, muchos más escritores que publican que escritoras. Salvo en facetas de aprendizaje: alumnos de talleres, autores inéditos Ahí sí hay muchas mujeres. Y la simple observación de esa biblioteca móvil que es el transporte público nos dice que como lectoras las mujeres somos mayoría. Además, los hombres son reticentes a leer títulos firmados por mujeres: parecen asociar literatura femenina con puntillitas y sentimentalismos, como si no existieran George Eliot, Patricia Highsmith, Jane Austen, Ruth Rendell, Carson McCullers, Martín Gaite, Szymborska, Doris Lessing
Esta escritora preocupada en escribir la verdad de lo que ve está entre los más grandes autores del siglo XX con todo el derecho, como lo estuvieron tantas otras no reconocidas por la lista Nobel: Iris Murdoch o Marguerite Duras, por citar sólo dos; y otras con las que la Academia Sueca aún puede remediarlo, como Margaret Atwood o Ana María Matute. Quién sabe si los lectores del Siglo XXI no se nutrirán exclusivamente de literatura masculina.
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