Por Roberto Bermejo (EL CORREO DIGITAL, 19/10/07):
El petróleo sigue su escalada alcista. En los últimos días, el precio del barril (168 litros) se ha acercado a los 90 dólares en el mercado de Nueva York. Y no me deja de asombrar que nuestra sociedad siga desarrollando su vida, como si nada pasara. En cambio, el problema sí preocupa a múltiples empresas, a la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y a los principales expertos del petróleo. Además, un nutrido número de sociedades, cuyas poblaciones suman decenas de millones de habitantes, están trabajando en la creación de una economía sostenible, porque son conscientes de la emergencia energética que sufrimos.
Tal como indica un informe de la banca Mellon -coincidiendo con la mayoría de los analistas-, el problema fundamental del petróleo es «la creciente dificultad de respuesta (a la demanda) del sistema productivo», la cual provoca la escalada de los precios, aunque en un contexto de enorme volatilidad, por la aparición de fenómenos coyunturales y porque el mercado del petróleo es muy especulativo. Casi todos los analistas siguen elevando sus previsiones de precios futuros. Así lo reflejan, por ejemplo, las encuestas que Bloomberg realiza periódicamente entre unos treinta expertos de entidades financieras (Forbes, Goldman Sachs, Barclays, Merrill Lynch, etcétera). Cada vez son más los que estiman que en 2008 el barril alcanzará los 100 dólares.
Además, esta «creciente dificultad» se convertirá en el futuro próximo en una incapacidad absoluta, en el momento en que las extracciones lleguen a su cenit (el techo de extracciones), para empezar a descender hasta el agotamiento en un futuro lejano. El petróleo se encuentra en las grietas de las rocas e impregnando arenas, lo cual hace difícil su extracción una vez que se reduce la presión original de un yacimiento. Los expertos en petróleo más prestigiosos (así como numerosos analistas de empresas financieras) sitúan el techo entre 2010 y 2015. Entonces el precio del petróleo se disparará, lo que provocará un colapso económico. El problema se ve agravado porque una transformación energética requiere varias décadas.
Múltiples datos avalan la proximidad del techo del petróleo. Según las estadísticas de la AIE, la oferta mundial de petróleo está casi estancada desde hace dos años, debido a que los países no pertenecientes a la OPEP han venido incrementándola ligeramente, mientras que la OPEP la ha disminuido en estos dos últimos años. La mayoría de los analistas opinan que la OPEP no tiene ya capacidad de aumentar su bombeo ni, por lo tanto, de fijar los precios. La satisfacción de la demanda en aumento ha sido posible, en un contexto de oferta casi estancada, a costa de la práctica desaparición de la capacidad extra de bombeo, que históricamente se venía manteniendo para ser usada en caso de emergencias. En décadas pasadas la OPEP mantenía en reserva una capacidad de 4-6 millones de barriles diarios (Mb/d). Pero desde mediados de esta década se ha ido reduciendo y hoy es casi inexistente. La AIE estima que la oferta ociosa mundial es de 2,85 Mb/d, pero reconoce que en un 88% se trata de petróleo muy pesado (imposible de ser tratado por la mayoría de las refinerías), lo cual se traduce en que sólo le quedan 0,35 Mb/d de petróleo realmente comercializables. Esta situación se ha visto agravada por un relanzamiento de la demanda, que en las dos últimas décadas ha aumentado en un 1,7%. En 2007 la AIE prevé que esta cifra alcance el 2,5%, lo que supone un aumento del consumo de 2,2 Mb/d (el consumo actual ronda los 85 Mb/d). Además, pronostica un ratio anual del 2,2% para el periodo 2008-2012, basándose en la previsión del Fondo Monetario Internacional de que la economía mundial crezca al ritmo anual del 4,5%.
Desde hace tiempo la AIE viene alertando de problemas de desabastecimiento a corto plazo, que se agravarán en el futuro. Claude Mandil, ex director de la AIE, afirmaba que «la palabra clave es urgencia ( ). Con las tendencias actuales (nuestro) sistema energético irá de crisis en crisis ( ). Este futuro energético no sólo es insostenible sino que está abocado al fracaso». Otras manifestaciones de la AIE confirman este diagnóstico: «A pesar de cuatro años de precios del petróleo altos, este informe ve un mercado crecientemente tenso más allá de 2010 ( ). Es posible que la crisis de suministro pueda ser retrasada (mediante la reducción del crecimiento de la demanda), pero no por mucho tiempo». Ya hemos visto que la AIE no considera previsible tal reducción, al pronosticar un aumento más rápido del consumo.
Por todo ello, urge aplicar estrategias de desenganche del petróleo. Así lo solicitan numerosas organizaciones y diversos organismos de la Administración estadounidense, el más importante de los cuales, la Government Accountability Office (GAO), expresa sus conclusiones en el título de un reciente informe: «La incertidumbre acerca del suministro futuro obliga a desarrollar una estrategia para encarar el techo y declive de la producción de petróleo». Aunque no se pronuncia sobre la fecha más probable del techo, llega a la conclusión de que es necesario definir cuanto antes una estrategia que «mitigue las consecuencias del techo y del declive de la producción de petróleo».
Ante esta situación, un grupo de sociedades, nutrido y en rápido aumento, está trabajando en la creación y aplicación de estrategias transformadoras. Un país pionero en este terreno es Dinamarca, que sufrió especialmente las crisis del petróleo de los años setenta al estar su sistema energético totalmente basado en este recurso. Aplicó una política de drástica reducción de su dependencia del petróleo, y no la abandonó (sino que incluso la fue mejorando) cuando bajaron los precios a los niveles anteriores a las crisis. En 1976 el Gobierno danés adoptó una estrategia de promoción de la eficiencia, de desarrollo de las energías renovables (especialmente la eólica), y de prospección de yacimientos de gas natural y petróleo en el mar del Norte. En 1985 renunció a la energía nuclear y en 1995 prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón. Ahora es autosuficiente en energía y su consumo ha permanecido constante durante más de treinta años, mientras que el PIB se ha duplicado. La energía eólica ha alcanzado el 20% del suministro eléctrico. Por otro lado, en los dos últimos años, los gobiernos de Suecia, Francia, Nueva Zelanda y dos Estados australianos, Australia Occidental y Queensland (este último la semana pasada), han declarado la cercanía del techo del petróleo. Pero sólo Suecia está aplicando una estrategia transformadora, y su objetivo es reducir su dependencia de todos los combustibles fósiles en un 40%-45% para 2020.
En los dos últimos años, muchas poblaciones y ciudades han aprobado resoluciones sobre la proximidad del techo del petróleo y la necesidad de elaborar estrategias: Willits (California), en octubre de 2005; Franklin (Nueva York) y Kinsale (Irlanda), en diciembre del mismo año; San Francisco (California), Portland (Oregón), Bloomington (Washington) y Oakland (California), en 2006, y Austin (Texas), en junio de 2007. Lo mismo están haciendo Hamilton y Burnaby (Canadá), Brisbane (Australia) y la isla de La Palma, cuyo Cabildo adoptó a finales de 2006 una resolución que asume la cercanía del techo y define el objetivo de alcanzar para 2010 un modelo energético renovable. También a finales de 2006 se inició en Reino Unido un movimiento de poblaciones que trabajan en una rápida transición hacia economías sostenibles (conocido como Transition Towns), siguiendo el ejemplo de la localidad irlandesa de Kinsale. Agrupa ya a más de veinte poblaciones, entre las que se encuentran Bristol, Exeter y Nottingham.
El petróleo sigue su escalada alcista. En los últimos días, el precio del barril (168 litros) se ha acercado a los 90 dólares en el mercado de Nueva York. Y no me deja de asombrar que nuestra sociedad siga desarrollando su vida, como si nada pasara. En cambio, el problema sí preocupa a múltiples empresas, a la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y a los principales expertos del petróleo. Además, un nutrido número de sociedades, cuyas poblaciones suman decenas de millones de habitantes, están trabajando en la creación de una economía sostenible, porque son conscientes de la emergencia energética que sufrimos.
Tal como indica un informe de la banca Mellon -coincidiendo con la mayoría de los analistas-, el problema fundamental del petróleo es «la creciente dificultad de respuesta (a la demanda) del sistema productivo», la cual provoca la escalada de los precios, aunque en un contexto de enorme volatilidad, por la aparición de fenómenos coyunturales y porque el mercado del petróleo es muy especulativo. Casi todos los analistas siguen elevando sus previsiones de precios futuros. Así lo reflejan, por ejemplo, las encuestas que Bloomberg realiza periódicamente entre unos treinta expertos de entidades financieras (Forbes, Goldman Sachs, Barclays, Merrill Lynch, etcétera). Cada vez son más los que estiman que en 2008 el barril alcanzará los 100 dólares.
Además, esta «creciente dificultad» se convertirá en el futuro próximo en una incapacidad absoluta, en el momento en que las extracciones lleguen a su cenit (el techo de extracciones), para empezar a descender hasta el agotamiento en un futuro lejano. El petróleo se encuentra en las grietas de las rocas e impregnando arenas, lo cual hace difícil su extracción una vez que se reduce la presión original de un yacimiento. Los expertos en petróleo más prestigiosos (así como numerosos analistas de empresas financieras) sitúan el techo entre 2010 y 2015. Entonces el precio del petróleo se disparará, lo que provocará un colapso económico. El problema se ve agravado porque una transformación energética requiere varias décadas.
Múltiples datos avalan la proximidad del techo del petróleo. Según las estadísticas de la AIE, la oferta mundial de petróleo está casi estancada desde hace dos años, debido a que los países no pertenecientes a la OPEP han venido incrementándola ligeramente, mientras que la OPEP la ha disminuido en estos dos últimos años. La mayoría de los analistas opinan que la OPEP no tiene ya capacidad de aumentar su bombeo ni, por lo tanto, de fijar los precios. La satisfacción de la demanda en aumento ha sido posible, en un contexto de oferta casi estancada, a costa de la práctica desaparición de la capacidad extra de bombeo, que históricamente se venía manteniendo para ser usada en caso de emergencias. En décadas pasadas la OPEP mantenía en reserva una capacidad de 4-6 millones de barriles diarios (Mb/d). Pero desde mediados de esta década se ha ido reduciendo y hoy es casi inexistente. La AIE estima que la oferta ociosa mundial es de 2,85 Mb/d, pero reconoce que en un 88% se trata de petróleo muy pesado (imposible de ser tratado por la mayoría de las refinerías), lo cual se traduce en que sólo le quedan 0,35 Mb/d de petróleo realmente comercializables. Esta situación se ha visto agravada por un relanzamiento de la demanda, que en las dos últimas décadas ha aumentado en un 1,7%. En 2007 la AIE prevé que esta cifra alcance el 2,5%, lo que supone un aumento del consumo de 2,2 Mb/d (el consumo actual ronda los 85 Mb/d). Además, pronostica un ratio anual del 2,2% para el periodo 2008-2012, basándose en la previsión del Fondo Monetario Internacional de que la economía mundial crezca al ritmo anual del 4,5%.
Desde hace tiempo la AIE viene alertando de problemas de desabastecimiento a corto plazo, que se agravarán en el futuro. Claude Mandil, ex director de la AIE, afirmaba que «la palabra clave es urgencia ( ). Con las tendencias actuales (nuestro) sistema energético irá de crisis en crisis ( ). Este futuro energético no sólo es insostenible sino que está abocado al fracaso». Otras manifestaciones de la AIE confirman este diagnóstico: «A pesar de cuatro años de precios del petróleo altos, este informe ve un mercado crecientemente tenso más allá de 2010 ( ). Es posible que la crisis de suministro pueda ser retrasada (mediante la reducción del crecimiento de la demanda), pero no por mucho tiempo». Ya hemos visto que la AIE no considera previsible tal reducción, al pronosticar un aumento más rápido del consumo.
Por todo ello, urge aplicar estrategias de desenganche del petróleo. Así lo solicitan numerosas organizaciones y diversos organismos de la Administración estadounidense, el más importante de los cuales, la Government Accountability Office (GAO), expresa sus conclusiones en el título de un reciente informe: «La incertidumbre acerca del suministro futuro obliga a desarrollar una estrategia para encarar el techo y declive de la producción de petróleo». Aunque no se pronuncia sobre la fecha más probable del techo, llega a la conclusión de que es necesario definir cuanto antes una estrategia que «mitigue las consecuencias del techo y del declive de la producción de petróleo».
Ante esta situación, un grupo de sociedades, nutrido y en rápido aumento, está trabajando en la creación y aplicación de estrategias transformadoras. Un país pionero en este terreno es Dinamarca, que sufrió especialmente las crisis del petróleo de los años setenta al estar su sistema energético totalmente basado en este recurso. Aplicó una política de drástica reducción de su dependencia del petróleo, y no la abandonó (sino que incluso la fue mejorando) cuando bajaron los precios a los niveles anteriores a las crisis. En 1976 el Gobierno danés adoptó una estrategia de promoción de la eficiencia, de desarrollo de las energías renovables (especialmente la eólica), y de prospección de yacimientos de gas natural y petróleo en el mar del Norte. En 1985 renunció a la energía nuclear y en 1995 prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón. Ahora es autosuficiente en energía y su consumo ha permanecido constante durante más de treinta años, mientras que el PIB se ha duplicado. La energía eólica ha alcanzado el 20% del suministro eléctrico. Por otro lado, en los dos últimos años, los gobiernos de Suecia, Francia, Nueva Zelanda y dos Estados australianos, Australia Occidental y Queensland (este último la semana pasada), han declarado la cercanía del techo del petróleo. Pero sólo Suecia está aplicando una estrategia transformadora, y su objetivo es reducir su dependencia de todos los combustibles fósiles en un 40%-45% para 2020.
En los dos últimos años, muchas poblaciones y ciudades han aprobado resoluciones sobre la proximidad del techo del petróleo y la necesidad de elaborar estrategias: Willits (California), en octubre de 2005; Franklin (Nueva York) y Kinsale (Irlanda), en diciembre del mismo año; San Francisco (California), Portland (Oregón), Bloomington (Washington) y Oakland (California), en 2006, y Austin (Texas), en junio de 2007. Lo mismo están haciendo Hamilton y Burnaby (Canadá), Brisbane (Australia) y la isla de La Palma, cuyo Cabildo adoptó a finales de 2006 una resolución que asume la cercanía del techo y define el objetivo de alcanzar para 2010 un modelo energético renovable. También a finales de 2006 se inició en Reino Unido un movimiento de poblaciones que trabajan en una rápida transición hacia economías sostenibles (conocido como Transition Towns), siguiendo el ejemplo de la localidad irlandesa de Kinsale. Agrupa ya a más de veinte poblaciones, entre las que se encuentran Bristol, Exeter y Nottingham.
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