Por Antoni Traveria, Director general de la Fundació Casa América Catalunya (EL PERIÓDICO, 01/11/07):
Fue una elección demasiado previsible, con la vaca atada, como decían los argentinos desde semanas antes de la votación. No hubo lugar para sorpresas, más allá de una muy aparente apatía del electorado en un país tan y tan apasionado por todo. Frente a la candidata que ofrecía una cierta estabilidad con la carta de presentación de los cuatro años de gobierno de su cónyuge, aparecía una oposición fragmentada, debilitada y confusa, carente de propuestas que modificaran la unanimidad en la tendencia apuntada en las encuestas de opinión. El guión anunciado se cumplió con precisión.
No hubo necesidad de segunda vuelta. Más de 20 puntos porcentuales han acabado por certificar la distancia entre la primera y la segunda fórmula electoral a la presidencia, ambas, por cierto, lideradas por mujeres: Cristina Fernández y Elisa Carrió. Al kirchnerismo solo se le resistieron las provincias de Córdoba y San Luis, y la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde jamás logró vencer el peronismo en toda su historia con sus muy distintos candidatos. Amplía, en cambio, el decisivo control en la Cámara de Diputados, en el Senado, y consigue cientos de alcaldes en todo el país. Respecto a la elección del 2003, Cristina Fernández logra el doble de votos del obtenido por su marido también en primera vuelta, recogiendo el aval ciudadano a la gestión de gobierno de Néstor Kirchner.
CON EL AMPLIO triunfo electoral de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), nace un muy peculiar modelo de gestión pública en la política de una nación. Cuando tome posesión el 10 de diciembre en la Casa Rosada, CFK recibirá la banda presidencial de manos de su compañero profesional y sentimental, lo que invertirá las responsabilidades políticas de ambos y supondrá acumular un poder familiar enorme e inédito en cualquier sistema democrático republicano del mundo. La fotografía de ese instante será una de las más publicitadas sin duda, y tendrá, por supuesto, grandes dosis de lo que denominan glamur.
La elección, sin embargo, ha tenido su lado oscuro para la institucionalidad democrática en el elevado absentismo de ciudadanos en las urnas, a pesar de la obligación por ley a ejercer el voto. Es llamativo que teniendo hasta 16 candidatos para elegir, no encontraran a ninguno que mereciera su confianza. Aquellos que decidieron no acudir a la convocatoria electoral se convirtieron en la segunda fuerza numérica, solo por detrás del voto alcanzado por Fernández, y lograron superar los registros de todas las consultas presidenciales celebradas desde la recuperación de la democracia, en 1983. Además, el dato de las renuncias masivas de ciudadanos a colaborar como autoridades en las mesas de votación pone en evidencia que una parte significativa de población ha dejado de creer en sus políticos. El escéptico, el descreído ciudadano medio argentino ha aprendido a convivir en la desconfianza hacia su clase política dirigente por la pesada carga de todos los despropósitos cometidos en el pasado reciente.
La herencia que recibió el Gobierno de Néstor Kirchner tiene poco que ver con la situación que heredará Cristina Fernández. En lo económico, desde el 2003 el empleo ha aumentado un 49%, el desempleo afecta a menos del 10% de la población y los salarios han subido un 36%. El país ha crecido un 9% anual y solo el indicador de inflación se ha disparado en los últimos meses por el alza en los precios de productos básicos. Kirchner tomó posesión como presidente tras la peor de las crisis sociales, económicas e institucionales. El corralito financiero devaluó e inmovilizó los ahorros en las entidades bancarias. Las protestas de los estafados ahorradores tuvieron como consecuencia una desmesurada represión policial que causó la muerte de 40 personas, decisión por la que el fugaz presidente Fernando de la Rúa afronta ahora su procesamiento ante la justicia. Y, como culminación de aquel hundimiento, en solo una semana Argentina tuvo ¡hasta cinco presidentes!
EL 10 DE diciembre se empezará a despejar la incógnita sobre qué papel desempeñará quien a partir de entonces será el expresidente Néstor Kirchner de Fernández (NKF). ¿No tendrá la tentación de influir en las decisiones de un Gobierno en el que habrá ministros que lo han sido con él y gracias a él? ¿Se abstendrá de opinar sobre cuestiones que afectan al país? ¿Se limitará al papel de primer caballero? Dice el todavía presidente que se dedicará a reconstruir un peronismo dividido, como lo estuvo siempre a partir de 1955. Deberá enfrentarse a la vieja guardia justicialista, experimentada en mil batallas cainitas internas, aunque Kirchner haya demostrado en estos años que el terreno en el que mejor se mueve con sus adversarios es el de la confrontación.
Cristina Fernández nunca se resignó al papel de mujer subordinada. Se equivocarán quienes la subestimen. Tiene una marcada personalidad propia, con una larga trayectoria y contrastada experiencia en los círculos de poder político. Abogada, reelegida senadora en tres ocasiones, primera dama y ahora presidenta electa de la República Argentina. La primera mujer que es elegida presidenta en una elección soberana para suceder a su marido.
Fue una elección demasiado previsible, con la vaca atada, como decían los argentinos desde semanas antes de la votación. No hubo lugar para sorpresas, más allá de una muy aparente apatía del electorado en un país tan y tan apasionado por todo. Frente a la candidata que ofrecía una cierta estabilidad con la carta de presentación de los cuatro años de gobierno de su cónyuge, aparecía una oposición fragmentada, debilitada y confusa, carente de propuestas que modificaran la unanimidad en la tendencia apuntada en las encuestas de opinión. El guión anunciado se cumplió con precisión.
No hubo necesidad de segunda vuelta. Más de 20 puntos porcentuales han acabado por certificar la distancia entre la primera y la segunda fórmula electoral a la presidencia, ambas, por cierto, lideradas por mujeres: Cristina Fernández y Elisa Carrió. Al kirchnerismo solo se le resistieron las provincias de Córdoba y San Luis, y la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde jamás logró vencer el peronismo en toda su historia con sus muy distintos candidatos. Amplía, en cambio, el decisivo control en la Cámara de Diputados, en el Senado, y consigue cientos de alcaldes en todo el país. Respecto a la elección del 2003, Cristina Fernández logra el doble de votos del obtenido por su marido también en primera vuelta, recogiendo el aval ciudadano a la gestión de gobierno de Néstor Kirchner.
CON EL AMPLIO triunfo electoral de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), nace un muy peculiar modelo de gestión pública en la política de una nación. Cuando tome posesión el 10 de diciembre en la Casa Rosada, CFK recibirá la banda presidencial de manos de su compañero profesional y sentimental, lo que invertirá las responsabilidades políticas de ambos y supondrá acumular un poder familiar enorme e inédito en cualquier sistema democrático republicano del mundo. La fotografía de ese instante será una de las más publicitadas sin duda, y tendrá, por supuesto, grandes dosis de lo que denominan glamur.
La elección, sin embargo, ha tenido su lado oscuro para la institucionalidad democrática en el elevado absentismo de ciudadanos en las urnas, a pesar de la obligación por ley a ejercer el voto. Es llamativo que teniendo hasta 16 candidatos para elegir, no encontraran a ninguno que mereciera su confianza. Aquellos que decidieron no acudir a la convocatoria electoral se convirtieron en la segunda fuerza numérica, solo por detrás del voto alcanzado por Fernández, y lograron superar los registros de todas las consultas presidenciales celebradas desde la recuperación de la democracia, en 1983. Además, el dato de las renuncias masivas de ciudadanos a colaborar como autoridades en las mesas de votación pone en evidencia que una parte significativa de población ha dejado de creer en sus políticos. El escéptico, el descreído ciudadano medio argentino ha aprendido a convivir en la desconfianza hacia su clase política dirigente por la pesada carga de todos los despropósitos cometidos en el pasado reciente.
La herencia que recibió el Gobierno de Néstor Kirchner tiene poco que ver con la situación que heredará Cristina Fernández. En lo económico, desde el 2003 el empleo ha aumentado un 49%, el desempleo afecta a menos del 10% de la población y los salarios han subido un 36%. El país ha crecido un 9% anual y solo el indicador de inflación se ha disparado en los últimos meses por el alza en los precios de productos básicos. Kirchner tomó posesión como presidente tras la peor de las crisis sociales, económicas e institucionales. El corralito financiero devaluó e inmovilizó los ahorros en las entidades bancarias. Las protestas de los estafados ahorradores tuvieron como consecuencia una desmesurada represión policial que causó la muerte de 40 personas, decisión por la que el fugaz presidente Fernando de la Rúa afronta ahora su procesamiento ante la justicia. Y, como culminación de aquel hundimiento, en solo una semana Argentina tuvo ¡hasta cinco presidentes!
EL 10 DE diciembre se empezará a despejar la incógnita sobre qué papel desempeñará quien a partir de entonces será el expresidente Néstor Kirchner de Fernández (NKF). ¿No tendrá la tentación de influir en las decisiones de un Gobierno en el que habrá ministros que lo han sido con él y gracias a él? ¿Se abstendrá de opinar sobre cuestiones que afectan al país? ¿Se limitará al papel de primer caballero? Dice el todavía presidente que se dedicará a reconstruir un peronismo dividido, como lo estuvo siempre a partir de 1955. Deberá enfrentarse a la vieja guardia justicialista, experimentada en mil batallas cainitas internas, aunque Kirchner haya demostrado en estos años que el terreno en el que mejor se mueve con sus adversarios es el de la confrontación.
Cristina Fernández nunca se resignó al papel de mujer subordinada. Se equivocarán quienes la subestimen. Tiene una marcada personalidad propia, con una larga trayectoria y contrastada experiencia en los círculos de poder político. Abogada, reelegida senadora en tres ocasiones, primera dama y ahora presidenta electa de la República Argentina. La primera mujer que es elegida presidenta en una elección soberana para suceder a su marido.
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