Por Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos (EL PAÍS, 29/01/08):
Es preciso ir más allá de la polémica suscitada en torno a la reciente detención en Barcelona de doce individuos, diez de los cuales han sido ya imputados en la Audiencia Nacional por su presunta integración en las redes del terrorismo internacional y por estar preparando atentados tanto dentro como fuera de esa ciudad. Los hechos son exponente de un problema de radicalización violenta y reclutamiento yihadista que afecta a las comunidades inmigrantes de origen paquistaní en España. Esto sorprenderá a muchos, pues la amenaza que ese terrorismo supone para nuestro país suele asociarse con grupos norteafricanos. Magrebíes son la gran mayoría de los detenidos en España por su implicación en actividades de terrorismo yihadista y entre quienes perpetraron el 11-M. Aquí viven unos 800.000 marroquíes y decenas de miles de personas más nacidas en otros países de la ribera sur del Mediterráneo con poblaciones predominantemente musulmanas. Paquistaníes hay algo más de 50.000, de los que quizá entre un tercio y la mitad estén en Barcelona.
Pero ocurre que la diáspora paquistaní en sociedades occidentales, además de reflejar la diversidad social y política del país de procedencia, es especialmente permeable a las ideas yihadistas y a la infiltración de organizaciones terroristas relacionadas con Al Qaeda. En el Reino Unido, donde hay no menos de 700.000 paquistaníes o británicos descendientes suyos, lo saben muy bien. Los atentados del 7 de julio y otros sucesos posteriores están ahí. Ahora bien, el problema afecta también a otros países europeos, como España, donde aquellas comunidades paquistaníes son más reducidas. En 2003, un paquistaní fue detenido en Logroño, donde habitan miles de compatriotas suyos, y condenado tres años después por utilizar el locutorio que regentaba para enviar dinero a miembros de Al Qaeda e incluso haber realizado pagos para la comisión del atentado suicida que tuvo lugar en la isla de Djerba en 2002. En 2004, esta vez en Barcelona, fueron detenidos otros diez paquistaníes, cinco de ellos condenados el pasado año por financiación del terrorismo yihadista y delitos conexos. Algún paquistaní más ha sido detenido en Madrid, sospechoso de ligámenes con el terrorismo yihadista.
¿A qué obedece esa receptividad hacia las doctrinas y los actores del terrorismo yihadista en las colectividades de origen paquistaní asentadas entre nosotros? Para empezar, Pakistán es el epicentro ideológico, organizativo y en buena medida operativo del terrorismo global. En dicho país se reubicó Al Qaeda tras perder su santuario de Afganistán a finales de 2001, concretamente en los territorios tribales al noroeste del país, donde la autoridad estatal es prácticamente inexistente y aquella estructura terrorista se beneficia tanto de una orografía montañosa como de la tolerancia de una población local de etnia pastún y afín a Tehrik e Taliban (Fuerza de Talibán), que ejerce sus dominios algo más al sur, siempre junto a la frontera occidental del país, en Waziristán. Allí están sus líderes, dispone de centenares si no miles de miembros y continúa planificando atentados, a veces para ser cometidos por sus propios elementos pero mucho más a menudo facilitando que lo hagan grupos afiliados o células locales relativamente autónomas.
Pakistán es, por otra parte, el país del mundo donde tiene su base un mayor número de organizaciones terroristas asociadas con Al Qaeda. Algunas de ellas adheridas desde su inicio al Frente Islámico Mundial para la Yihad contra Judíos y Cruzados, creado a instancias de Osama bin Laden en 1998. Entre esos grupos cabe mencionar Lashkar e Tayiba (Ejército de los Puros), Harakat ul Yihad al Islami (Movimiento de la Yihad Islámica), Harakat ul Muyahidín (Movimiento de los Combatientes Sagrados), Jaish e Muhammad (Soldados de Mahoma) y Lashkar e Yangvi (Ejército de Yanngvi). Unos llevan a cabo actos de terrorismo en el propio país, que durante este año pasado se cuentan por centenares, pero otras han extendido sus actividades hacia Asia del Sur, Asia Central o el Sureste Asiático. Sin olvidar los acreditados ligámenes que unas u otras de esas organizaciones tienen en Norteamérica y Europa, donde es altamente probable que dispongan de células durmientes constituidas por individuos de origen básicamente paquistaní o surasiático, a los cuales habrían entrenado en habilidades terroristas y adoctrinado en el ideario yihadista.
Y es que a la reproducción de una subcultura yihadista dentro y fuera de Pakistán contribuyen decisivamente no pocas de las miles de madrazas o escuelas coránicas que hay en el país. En muchas se adoctrina a niños y adolescentes en una concepción rigorista, fundamentalista y antirracional del credo islámico, influenciada por una corriente estricta de pensamiento religioso denominada deobandi, asimilable al wahabismo saudí, hegemónica en algunas provincias, compatible con la ideología común a Al Qaeda y los demás componentes del movimiento yihadista global. A esos centros religiosos, que reciben chiquillos y muchachos del propio país a cuyas familias no se les ofrece escolarización pública, son también enviados temporalmente numerosos hijos o nietos de inmigrantes paquistaníes que viven en Europa, sustrayéndolos así de la educación que les correspondería y propiciando su radicalización. También acuden desde distintos lugares del mundo jóvenes musulmanes y conversos en proceso de radicalización, que resuelven su crisis de identidad haciendo suya una mentalidad extremista.
Pero si de propiciar la radicalización violenta en la diáspora paquistaní se trata, es menester aludir al Tabligh Jammaat, muy presente entre los surasiáticos de observancia suní que viven en Europa Occidental. Los postulados del Tabligh coinciden con el movimiento yihadista global en sus objetivos y, si bien no abogan por el uso de la violencia, tampoco es infrecuente que los individuos detenidos en Europa por actividades de terrorismo yihadista hubiesen estado o continuasen estando vinculados a congregaciones de aquella entidad fundamentalista. Como tampoco es inusual que los grupos y organizaciones relacionadas con Al Qaeda utilicen las reuniones y los viajes organizados por el Tabligh para detectar individuos susceptibles de ulterior radicalización y reclutamiento. En este sentido, el Tabligh actúa como una agencia inhibidora de la efectiva integración social de los inmigrantes paquistaníes o de sus descendientes y propicia ámbitos de radicalización aprovechables por los terroristas. No es extraño que la presunta célula yihadista desmantelada en la capital catalana este mes se desenvolviera bajo el influjo del Tabligh.
Por si fuera poco, aquel paquistaní detenido en Logroño en 2003, cuantos lo fueron en 2004 en Barcelona, el jefe y buena parte de la célula que acaba de ser desmantelada en el barrio de El Raval ya en 2008, al igual que tantos inmigrantes paquistaníes en España, proceden del Punjab, región fronteriza con la India y el disputado territorio de Jammu y Cahemira. Esta provincia destaca por la hegemonía de la estricta corriente deobandi, por ser desde los años noventa escenario habitual de violencia entre facciones suníes y chiíes, así como por la frecuente actuación de grupos y organizaciones relacionadas con Al Qaeda, que cuentan en la zona con infraestructura y se desenvuelven con extraordinaria facilidad debido a los niveles de apoyo que disfrutan entre la población local. En Lahore y otras ciudades de esa provincia paquistaní estuvieron entrenándose, seis meses antes del 7 de julio de 2005, al menos dos de los terroristas que perpetraron los atentados suicidas de Londres. ¿Anduvieron por allí algunos de los detenidos la semana pasada? ¿Habrá ahora, en aquel lugar del mundo tan alejado de este, paquistaníes domiciliados en Barcelona o en Logroño? ¿Haciendo qué?
Es preciso ir más allá de la polémica suscitada en torno a la reciente detención en Barcelona de doce individuos, diez de los cuales han sido ya imputados en la Audiencia Nacional por su presunta integración en las redes del terrorismo internacional y por estar preparando atentados tanto dentro como fuera de esa ciudad. Los hechos son exponente de un problema de radicalización violenta y reclutamiento yihadista que afecta a las comunidades inmigrantes de origen paquistaní en España. Esto sorprenderá a muchos, pues la amenaza que ese terrorismo supone para nuestro país suele asociarse con grupos norteafricanos. Magrebíes son la gran mayoría de los detenidos en España por su implicación en actividades de terrorismo yihadista y entre quienes perpetraron el 11-M. Aquí viven unos 800.000 marroquíes y decenas de miles de personas más nacidas en otros países de la ribera sur del Mediterráneo con poblaciones predominantemente musulmanas. Paquistaníes hay algo más de 50.000, de los que quizá entre un tercio y la mitad estén en Barcelona.
Pero ocurre que la diáspora paquistaní en sociedades occidentales, además de reflejar la diversidad social y política del país de procedencia, es especialmente permeable a las ideas yihadistas y a la infiltración de organizaciones terroristas relacionadas con Al Qaeda. En el Reino Unido, donde hay no menos de 700.000 paquistaníes o británicos descendientes suyos, lo saben muy bien. Los atentados del 7 de julio y otros sucesos posteriores están ahí. Ahora bien, el problema afecta también a otros países europeos, como España, donde aquellas comunidades paquistaníes son más reducidas. En 2003, un paquistaní fue detenido en Logroño, donde habitan miles de compatriotas suyos, y condenado tres años después por utilizar el locutorio que regentaba para enviar dinero a miembros de Al Qaeda e incluso haber realizado pagos para la comisión del atentado suicida que tuvo lugar en la isla de Djerba en 2002. En 2004, esta vez en Barcelona, fueron detenidos otros diez paquistaníes, cinco de ellos condenados el pasado año por financiación del terrorismo yihadista y delitos conexos. Algún paquistaní más ha sido detenido en Madrid, sospechoso de ligámenes con el terrorismo yihadista.
¿A qué obedece esa receptividad hacia las doctrinas y los actores del terrorismo yihadista en las colectividades de origen paquistaní asentadas entre nosotros? Para empezar, Pakistán es el epicentro ideológico, organizativo y en buena medida operativo del terrorismo global. En dicho país se reubicó Al Qaeda tras perder su santuario de Afganistán a finales de 2001, concretamente en los territorios tribales al noroeste del país, donde la autoridad estatal es prácticamente inexistente y aquella estructura terrorista se beneficia tanto de una orografía montañosa como de la tolerancia de una población local de etnia pastún y afín a Tehrik e Taliban (Fuerza de Talibán), que ejerce sus dominios algo más al sur, siempre junto a la frontera occidental del país, en Waziristán. Allí están sus líderes, dispone de centenares si no miles de miembros y continúa planificando atentados, a veces para ser cometidos por sus propios elementos pero mucho más a menudo facilitando que lo hagan grupos afiliados o células locales relativamente autónomas.
Pakistán es, por otra parte, el país del mundo donde tiene su base un mayor número de organizaciones terroristas asociadas con Al Qaeda. Algunas de ellas adheridas desde su inicio al Frente Islámico Mundial para la Yihad contra Judíos y Cruzados, creado a instancias de Osama bin Laden en 1998. Entre esos grupos cabe mencionar Lashkar e Tayiba (Ejército de los Puros), Harakat ul Yihad al Islami (Movimiento de la Yihad Islámica), Harakat ul Muyahidín (Movimiento de los Combatientes Sagrados), Jaish e Muhammad (Soldados de Mahoma) y Lashkar e Yangvi (Ejército de Yanngvi). Unos llevan a cabo actos de terrorismo en el propio país, que durante este año pasado se cuentan por centenares, pero otras han extendido sus actividades hacia Asia del Sur, Asia Central o el Sureste Asiático. Sin olvidar los acreditados ligámenes que unas u otras de esas organizaciones tienen en Norteamérica y Europa, donde es altamente probable que dispongan de células durmientes constituidas por individuos de origen básicamente paquistaní o surasiático, a los cuales habrían entrenado en habilidades terroristas y adoctrinado en el ideario yihadista.
Y es que a la reproducción de una subcultura yihadista dentro y fuera de Pakistán contribuyen decisivamente no pocas de las miles de madrazas o escuelas coránicas que hay en el país. En muchas se adoctrina a niños y adolescentes en una concepción rigorista, fundamentalista y antirracional del credo islámico, influenciada por una corriente estricta de pensamiento religioso denominada deobandi, asimilable al wahabismo saudí, hegemónica en algunas provincias, compatible con la ideología común a Al Qaeda y los demás componentes del movimiento yihadista global. A esos centros religiosos, que reciben chiquillos y muchachos del propio país a cuyas familias no se les ofrece escolarización pública, son también enviados temporalmente numerosos hijos o nietos de inmigrantes paquistaníes que viven en Europa, sustrayéndolos así de la educación que les correspondería y propiciando su radicalización. También acuden desde distintos lugares del mundo jóvenes musulmanes y conversos en proceso de radicalización, que resuelven su crisis de identidad haciendo suya una mentalidad extremista.
Pero si de propiciar la radicalización violenta en la diáspora paquistaní se trata, es menester aludir al Tabligh Jammaat, muy presente entre los surasiáticos de observancia suní que viven en Europa Occidental. Los postulados del Tabligh coinciden con el movimiento yihadista global en sus objetivos y, si bien no abogan por el uso de la violencia, tampoco es infrecuente que los individuos detenidos en Europa por actividades de terrorismo yihadista hubiesen estado o continuasen estando vinculados a congregaciones de aquella entidad fundamentalista. Como tampoco es inusual que los grupos y organizaciones relacionadas con Al Qaeda utilicen las reuniones y los viajes organizados por el Tabligh para detectar individuos susceptibles de ulterior radicalización y reclutamiento. En este sentido, el Tabligh actúa como una agencia inhibidora de la efectiva integración social de los inmigrantes paquistaníes o de sus descendientes y propicia ámbitos de radicalización aprovechables por los terroristas. No es extraño que la presunta célula yihadista desmantelada en la capital catalana este mes se desenvolviera bajo el influjo del Tabligh.
Por si fuera poco, aquel paquistaní detenido en Logroño en 2003, cuantos lo fueron en 2004 en Barcelona, el jefe y buena parte de la célula que acaba de ser desmantelada en el barrio de El Raval ya en 2008, al igual que tantos inmigrantes paquistaníes en España, proceden del Punjab, región fronteriza con la India y el disputado territorio de Jammu y Cahemira. Esta provincia destaca por la hegemonía de la estricta corriente deobandi, por ser desde los años noventa escenario habitual de violencia entre facciones suníes y chiíes, así como por la frecuente actuación de grupos y organizaciones relacionadas con Al Qaeda, que cuentan en la zona con infraestructura y se desenvuelven con extraordinaria facilidad debido a los niveles de apoyo que disfrutan entre la población local. En Lahore y otras ciudades de esa provincia paquistaní estuvieron entrenándose, seis meses antes del 7 de julio de 2005, al menos dos de los terroristas que perpetraron los atentados suicidas de Londres. ¿Anduvieron por allí algunos de los detenidos la semana pasada? ¿Habrá ahora, en aquel lugar del mundo tan alejado de este, paquistaníes domiciliados en Barcelona o en Logroño? ¿Haciendo qué?
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